Lo
divertido fue que cuando cogí el taxi en el hotel, me asignaron uno
azul, que es más caro que el "budget taxi". Cuando faltaban aún 10 km
para llegar a KLIA el taxímetro marcaba ya los 125 ringgits que había
reservado ( a la entrada me había costado 69 RM ) y no tenía más dinero,
así que me dio por reírme de las cosas que le pasan a uno viajando. El
conductor, que parecía sacado de una novela de Sandokan, me miraba
extrañado sin sospechar que lo que yo pensaba era " pobre diablo que se
queda sin cobrar". Al final la carrera fue de 155 ringgits; le di los
125 que llevaba y una conferencia sobre el valor de las divisas
occidentales y la enorme oportunidad que se le brindaba al aceptar los
10 $ que le daba por el resto. Me hizo hasta una reverencia y eso que la
propina no era mucha.
En
Shanghai, en cambio, el primer taxista que cogí tenía el "meter"
alterado para cobrar más. Estas cosas me dan rabia, aunque en el hotel
no le dieron importancia . Lo cierto es que no fue mucha cantidad: de 60
a 185 yuanes, es decir, me tenía que cobrar 9 € y me cobró 27€, pero te
fastidia y te da una impresión fatal de tu llegada al país.
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